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Con anterioridad al Renacimiento existió en este islote un lazareto con capilla dedicada a San Antón, en la que se atendía a los navegantes afectados por alguna enfermedad contagiosa, a fin de evitar la temida peste.
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El acontecer del siglo XVI está caracterizado por el progresivo aumento de los viajes y transacciones económicas a lo largo y ancho del Atlántico, exigiéndose la defensa del puerto de A Coruña, constantemente asediado por la piratería. Insistiéndose también en el mayor control portuario. Así es que en 1520, aprovechando el viaje de Carlos I, el Consejo de A Coruña le propone instalar en esta ciudad la Casa de Contratación de la Especiería, para lo que sería necesario y como urgente condición reiniciar la fortificación de las debilitadas murallas medievales, así como la construcción de otros baluartes defensivos que mantengan protegida la ciudad.
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Durante el reinado de Felipe II se insiste en la necesidad de las mismas obras, que lentamente comienzan en 1588; para ello se transportan hasta el viejo lazareto de San Antón sillares de la destruída rampa y paredes del antiguo faro de Hércules.
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En este mismo año 150 naves de la "Armada Invencible" se acondicionan en las inmediaciones del islote con la fortificación en construcción. Se calefactan, se realiza el aprovisionamiento para lo que sería una gran desgracia histórica.
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Con el Marqués de Cerralbo, Capitán General de Galicia, las obras se aceleran, en cierto modo provocadas por el ataque y cerco que en 1589 sufrió la ciudad por parte de la mismísima escuadra de Drake, mandada por el General Enrique Norris, temidos marinos. Desde entonces el propio monarca designa al ingeniero real Tiburcio Spanochi y al alférez-ayudante Pedro Rodríguez Muñiz, profesor de matemáticas en la Corte y destinado en Galicia al servicio del Marqués de Cerralbo, para que ambos realicen de una vez tan esperadas obras. Este proyecto estaría dentro de otro más amplio y que afectaría a las rías de Galicia: fortines dispuestos a defensiva y ofensivamente a la potencia y el alcance de la nueva artillería. El modelo propuesto para San Antón será muy al gusto renacentista, el del napolitano fuerte de San Telmo, obra realizada en 1537 por el arquitecto militar español Escrivá que trabajaba para el virrey de Nápoles: planta geométrica de estrella, baluartes troncocónicos, abiertos en merlones para dejar libres las piezas de artillería, plegándose fuertemente la planta a la topografía... Causan asombro al Rey el coste de las obras y las grandes medidas de la cisterna que Muñiz justificaba así: "Tan fuerte y tan capaz que dudo haberla mejor en España... y todo ello costó mucho dinero... 19 aposentos para soldados, dos polvorines, almenado, cuerpo de guardia...".
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