ALFONSO MOLINA .
Alfonso Molina falleció, siendo alcalde de la ciudad, a los 51 años de edad, el 25 de noviembre de 1958, al mediodía, en el hospital Español de Río de Janeiro, víctima de una angina de pecho. Se hallaba en la ciudad brasileña como miembro de la delegación española participante en el Congreso Iberoamericano de Municipios, y el día anterior a su muerte se encontró indispuesto en el hotel Excelsior, donde se alojaba.
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Sus restos mortales llegaron al aeropuerto madrileño de Barajas, procedentes de Río de Janeiro, en la noche del día 26, y prosiguieron viaje hacia A Coruña en un furgón del Ministerio de la Gobernación.
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Toda la ciudad de A Coruña enlutada, alineada a lo largo de la Avenida de Lavedra, esperaba, desde el Pasaje hasta la Plaza de María Pita, la llegada del cortejo fúnebre. El féretro entró en la ciudad escoltado por los coches de muchos coruñeses. El salón de sesiones del Ayuntamiento quedó convertido en capilla ardiente, presidido por, la imagen de la patrona de la ciudad, Nuestra Señora del Rosario. Por ella pasaron miles de personas para expresar su pesar.
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En señal de luto, el comercio cerró sus puertas, todas las banderas se colocaron a media asta y en los balcones de las casas colgaban crespones negros. Sus restos serían inhumanos en San Amaro a las cuatro de la tarde del día 27. Le fue concedida, a título póstumo, la Gran Cruz de Beneficiencia. Asimismo, la corporación municipal, en pleno, acordó nombrarle Hijo Predilecto de la ciudad, otorgarle la Medalla de Oro de A Coruña y dar su nombre a la hasta entonces Avenida de Lavedra.
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Alfonso Molina estaba en posesión de un sinfín de títulos honoríficos: Gran Placa y Banda de la Independencia de Jordania, Encomienda de la Orden de Cristo, de Portugal; concejal honorario del Ayuntamiento de París, etcétera. El 7 de octubre de 1968, siendo alcalde Salorio Suárez, se le levantó un monolito frente a la casa de Puerta Real en la que vivió.