04 enero 2010

JUNTA DE DEFENSA: CONSTITUCION
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El 14 de marzo de 1893, el alcalde José Soto convocó a todas las fuerzas vivas de la ciudad a fin de tratar el traslado de Capitanía a León. Pronunció un discurso en el que vino a decir que la postergación histórica de Galicia era debido a que los gobiernos no la conceptuaban de carácter tan levantisco como a los catalanes, aragoneses y valencianos. El alcalde estaba dispuesto a encabezar cuantos actos, legales o ilegales, subrayó lo de ilegales, condujesen a defender los derechos e intereses de la región. Al finalizar la sesión, en manifestación espontánea se fueron a ver al gobernador el cual se apresuró a ausentarse. Más tarde el alcalde logró entrevistarse con él sin sacar nada en limpio de la entrevista.
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El día 15, José Soto se dirigió a los coruñeses diciéndoles que podían estar tranquilos pues tenían unos representantes en el Ayuntamiento dispuestos a defender los derechos de todos. Pese a estos propósitos y a la indignación general, los primeros pasos tuvieron poco éxito. Más que nada sucedió una guerra de telegramas. Telegramas dirigidos al presidente del Consejo de Ministros, al ministro de la Guerra, al de Gracia y Justicia, a Montero Ríos. No sólo se enviaron telegramas a Madrid, también a Galicia recabando la ayuda de los alcaldes gallegos y de las fuerzas políticas, principalmente las galleguistas denominadas regionalistas, y personalidades gallegas. Esta campaña de telegramas por Galicia tuvo mayor éxito.
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Tanto al presidente Sagasta como al ministro de Guerra López Dóminguez, y también a las autoridades de Madrid se les repetía que los derechos de Galicia estaban respaldados por el prestigio histórico de una región y santificados por una tradición de más de cuatro siglos. No se entendía que se adujesen razones económicas para el traslado cuando León carecía de cuarteles para alojamiento de tropas, ni tenía parques ni edificios para oficinas ni nada de cuanto es indispensable para centros militares.
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Las contestaciones del ministro de la Guerra eran una serie de evasivas y anuncios de buenas intenciones. Decía que no era cierto que se quisiera discriminar a Galicia, que tampoco se quedarína desatendida, que A Coruña iba a contar con abundantes fuerzas militares e, incluso, cuando los ánimos ya se calentaron en exceso, sacó la teoría de que el capitán general, aunque oficialmente fuera trasladada la Capitanía a León, era libre de elegir su residencia donde quisiera. Evidentemente nadie en la ciudad se creyó que se fuese a mejorar porque se llevaran la Capitanía.
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También es cierto que dicha reforma militar no la veía bien ni el propio Ejército. El capitán general de Galicia dijo que A Coruña seguía siendo una ciudad adecuada para sede de la Capitanía General, que no había razones estratégicas serias para el traslado, llegando a decir incluso que "si Galicia tenía la fuerza de la razón pronto podía tener la razón de la fuerza". Poco después el capitán general fue sustituido por otro que apoyó igualmente las reivindicaciones de Galicia.
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Uno de los principales argumentos era solicitar que la reforma no fuera por decreto, si no que fuera discutida en las Cortes. Pero sin modificación alguna, el decreto de la división territorial sería publicado el 22 de marzo de 1893.
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La reacción coruñesa fue anterior al decreto. Culmina con una gran manifestación, con toda la ciudad en la calle y todos los balcones con crespones negros en señal de luto, con la petición generalizada de que el Ayuntamiento en pleno dimita y, que por más que lo intente el gobernador, a la corporación dimitida no se le encuentre sustitución, como así fue en efecto. Esta reacción en realidad se origina fuera del Ayuntamiento. La corporación estaba dividida respecto a los problemas que podría acarrear su dimisión. Triunfó la voluntad expresada por una entidad de prestigio en la vida coruñesa como es la Reunión Recreativa e Instructiva de Artesanos.
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Viendo que el Ayuntamiento no llegaba a ninguna acción concreta salvo visitas y relaciones más o menos estériles y guerras de telegramas, el Circo de Artesanos nombró entre sus socios una comisión de la que nacería la Junta de Resistencia que acabaría llamándose Junta de Defensa de Galicia. Dicha comisión estaba presidida por Evaristo Babé y Gely.
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El día 19, los socios, con la comisión al frente, salieron del Circo de Artesanos dirigiéndese al Ayuntamiento donde le pidieron a la corporación que dimitiera inmediatamente, cosa que hicieron para todos juntos ir a ver al presidente de la Diputación el cual, también, se manifestó dispuesto a dimitir con todos sus diputados, esperando a que se acabaran las elecciones de senadores que se estaban llevando a cabo bajo su tutela y que abandonarlas les podría acarrear graves inconvenientes. Acabadas las elecciones dimitió la Diputación Provincial, a la que tampoco se pudo sustituir. Ello originó una serie de dimisiones en masa por parte de miembros de la Provincial y municipal de Beneficencia y Sanidad, de Instrucción Pública, de Bellas Artes, de Obras del Puerto, la Cámara de Comercio rompió relaciones oficiales con el Gobierno. La clase médica de A Coruña también se sumó a las protestas, así como el clero, uniéndose los párrocos y los canónigos compostelanos, el apoyo eclesial más significativo fue el de Ramón Bernárdez, abad de la Colegiata.
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Se solicitó de manera urgente la adhesión de los intelectuales gallegos comprometidos con el regionalismo para lograr la unión y adhesión de toda Galicia. Adhesión que se produjo creándose en las cuatro provincias gallegas Juntas de Defensa, eso sí, creación llevada a cabo en unas provincias con más dificultades que en otras.

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