Hace pocas décadas, muchos bañistas disfrutaban todavía en el Parrote de uno de los numerosos arenales que antaño existieron en la bahía coruñesa.
.
La pequeña playa del Parrote era la preferida, por razones de proximidad, por los vecinos de la Ciudad Vieja, y además por los coruñeses que simultaneaban sus aficiones natatorias con las náuticas. Los que tripulaban piraguas y esquifes tenían aquí su punto de reunión, frecuentado también por aquellos que extraían cangrejillos de su fina arena, donde abundaban sobre todo las almejas, pues era precisamente la zona de A Coruña en la que se recogían las mejores.
.
En ella varaban a menudos los bous, embarcaciones de pesca así llamadas por faenar de a dos, como los bueyes en el arado, para tirar de las redes arrastrándolas por el fondo del mar. En invierno la playa suministraba las algas, la xebre que, recogida con rastros de madera, era conducida en carros del país a las cercanía de A Coruña para, con el patexo, servir de abono.
.
Pero todo este paraje, presidido por viejas murallas y puertas de mar con históricos blasones labrados en piedra, y en el que pocos dudan en ubicar el antiguo puerto romano, a juzgar por los hallazgos arqueológicos, habría de experimentar una profunda transformación con motivo de la ampliación de La Solana, entidad recreativo-deportiva nacida en 1942 en las inmediaciones. Con este fin, el 25 de abril de 1968 comenzó el rellenado del Parrote, cuyas obras habían sido autorizadas por orden ministerial del 19 de enero de ese año (ya en 1752 hubo un proyecto del ingeniero militar Francisco Llovet, para rellenar la playa y construir en el sitio edificios militares).
.
Así, en 1970, finalizadas las obras, La Solana estrenaba sus nuevas instalaciones deportivas en el espacio que ocupaba el desaparecido arenal, entre el Finisterre y la vieja batería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario