En los primeras temporadas de liga, a principios de los años 30, el entrenador no tenía la importancia que tiene en la actualidad y eran casi desconocidos. Su labor, casi, era hermanar a los jugadores y dejarles luego jugar a su aire.
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Un entrenador que tuvo el Deportivo en los años de la República fue Félix Gila. Era un simpático sevillano que siempre estaba dando "sablazos" monetarios que nunca pagaba. En ocasiones dramatizaba y decía que iba a suicidarse, pues "estaba en la ruina". Un día le dijo a Pepe Torres que le dejase su pistola, ya que "no aguantaba más". El extremo deportivista se la dejó y Gila dijo que se iba a suicidar en la calle. Torres, que le conocía bien, le contestó que no, pues si salía a la calle le vendía la pistola al primero que pasase y le señaló el retrete como lugar "idóneo" para el suicidio. Entró Gila en el retrete y salió al poco tiempo diciendo a Torres que la vida era para vivirla y que si le podía prestar otros veinte duros.
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El 24 de agosto de 1935, se hace cargo del club el jurídico militar José María Salvador y Merino, en una junta celebrada en la Sala Calvet, con la asistencia de unas 15 personas. La situación no era muy cómoda pues, el Deportivo, se encontraba en Segunda División y tenía cincuenta mil duros de deuda, lo que en aquel tiempo era mucho. Reboredo era el jugador al que menos dinero se le debía, la deuda era de seis meses de fonda. Debía, además, año y medio de renta del campo y tenía solamente quince socios que cotizaban. Para recaudar fondos se vendían durante el descanso en los cines, boletos para una rifa o, incluso, el presidente, junto con Ramón de Llano, que estaba en el club como directivo, iban en coche, pegando carteles por las noches o, para no incrementar los gastos, ayudaban ellos mismos, con palos y carretillas, en las reparaciones de Riazor. La afición aún estaba haciéndose, se recurrió a la venta de unos bonos que era un buen reclamo para obtener donativos. Hubo personas generosas, Ricardo Rodríguez Pastor, dió mil duros. También, aunque menos, Pedro Barrié. En 1935, el presupuesto era de 2.700 pesetas al mes, quedando un superávit de diez duros. En 1940 ya contaba con cinco mil socios.
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Los desplazamientos en esa época eran auténticas aventuras. El Deportivo cruzaba España de punta a punta en circunstancias incómodas. Se solían meter en dos taxis, especialmente en el de Manolo Cagigao y el de Enrique García, y allá se iban, seis o siete en cada taxi, unos sobre otros, para descender con las articulaciones anquilosadas . Había que ser muy duro para soportarlo, nada comparado con los viajes, pese a ser más numerosos, de hoy en día. Hubo un tiempo en que el club deportivista compró dos taxis para el guardameta Isidro y para el delantero Chiarroni, y ambos se utilizan en los desplazamientos.
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