14 febrero 2009

CIUDAD ALTA Y PESCADERIA
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A comienzos del siglo XVI A Coruña era una ciudad dividida en dos: la Ciudad Alta y la Pescadería. Una división física, económica y social. La Ciudad Alta, el área más noble de A Coruña, la que acogía a los principales edificios públicos: Casas Consistoriales, Casa de la Moneda, fortaleza, Real Audiencia, y a las dos parroquias antiguas: Santa María del Campo y Santiago. La Pescadería era protagonista de un llamativo proceso de crecimiento debido a su orientación pesquera y mercantil. Los conventos de Santo Domingo y de San Francisco podrían ser considerados los mejores ejemplos de esa realidad marginal. Claro que su emplazamiento respectivo en las cercanías de la Puerta de Aires y de la fortaleza no era resultado de una tendencia expansiva si no de las restricciones legislativas medievales que impedían su construcción dentro de las murallas.
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A Coruña, la casi isla debido a su morfología, se había construido sobre una pequeña península en la desembocadura del río Mero. A su sombra la dualidad Ciudad Alta-Pescadería encontraba un complemento dada la ubicación de la ciudad entre dos ensenadas opuestas totalmente. La occidental, el Orzán, salpicada de peñas, abierta al Océano y a los duros temporales atlánticos. La oriental, tranquila y abrigada, que servía para acoger el puerto.
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A Coruña de los siglos XVI y XVII se definía por el contraste entre la parte antigua y el arrabal. Ciudad de contrastes, éstos no se limitaban a los choques entre el centro antiguo y el arrabal moderno. La Pescadería tampoco era un espacio homogéneo, siendo sus dos parroquias, San Jorge y San Nicolás, dos entornos y dos modos constructivos diferentes. Si en el primero la orientación permitía construir manzanas amplias, en el segundo el mar del Orzán aconsejaba la reducción del tamaño. Pese a estas diferencias A Coruña constituía una comunidad como bastantes problemas similares. Calles estrechas, temor a los incendios, la higiene eran preocupaciones que obligaban a las autoridades a publicar numerosas ordenanzas. Asimismo, la ciudad tampoco era tan urbana como se pudiera pensar, gran parte de las viviendas contaban con huerto y pozo, mientras las calles eran elegidas para toda una serie de actividades ajenas a las mismas como la limpieza del pescado, el almacenamiento de barcas.

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