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El 26 de agosto de 1916 se produjo en la plaza de toros la muerte del joven novillero Andrés Gallego. Era la primera vez que una cosa así sucedía en la plaza de toros de A Coruña.
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Andrés había salido muy airoso de su primer novillo, pero no ocurrió lo mismo con el segundo, un buey grande, gordo, con dos bayonetas y unos pies ligerísimos. Tras haberlo toreado con la capa, empezó el novillero su faena de muleta, pero apenas iniciada ésta, fue enganchado y lanzado a gran altura. El desdichado novillero cayó de espalda en la arena y después de hacer un esfuerzo para levantarse, quedó inmóvil.
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El infeliz diestro fue curado en la enfermería, pero los facultativos ya advirtieron que la herida era mortal. Alrededor de las nueve de la noche, falleció de un colapso. La capilla ardiente quedó instalada en el hotel Europa.
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El 6 de agosto de 1934 cuando el diestro Belmonte estaba lidiando al primer toro, al intentar descabellarlo, salió despedido el estoque que, tras alcanzar una cierta altura y dar una vuelta en el aire, fue a caer casi perpendicularmente en la cuarta o quinta fila del tendido número uno, alcanzando al espectador Cándido Roig Roura, de 38 años, casado, armador de buques, con domicilio en Porto do Son. Llevado a la enfermería en estado preagónico, falleció a los pocos minutos.
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