08 marzo 2009

CIUDAD FORTIFICADA
.
Como la mayor parte de las ciudades medievales, A Coruña contaba con una amplia muralla que rodeaba el recinto de la Ciudad Alta y con una cerca menor que protegía parte de la Pescadería. A comienzos del siglo XVI, el paso del tiempo y el escaso mantenimiento habían reducido su capacidad defensiva.
.
Pese a su debilidad defensiva, el amurallamiento era un valioso instrumento para controlar el acceso al núcleo urbano. De hecho, dicho acceso sólo era posible a través de cuatro puertas: la puerta de la ciudad (Puerta Real), la puerta de Aires, la del Parrote y la de San Francisco, junto a un postigo en la herrería. En la Pescadería la muralla sólo unía la zona del Orzán y la del puerto, dejando las dos bahías al descubierto. Pese a ello, las dos puertas, la de la Torre y la del Orzán, controlaban el acceso. . El muro del arrabal se convirtía más en un gasto que en un medio de defensa. De hecho, los dos reductos defensivos de sus extremos: el fuerte del Malvecín, junto al puerto, y el baluarte del Caramanchón, junto al Orzán, apenas daban la sensación de ciudad fortificada. También pasaba lo mismo en la fortaleza de A Coruña, construida en uno de los ángulos de la muralla principal, más o menos a la altura del Jardín de San Carlos. . La estancia de Carlos I en A Coruña en 1520 inicia el nuevo papel que la Casa de Austria daría a la ciudad. Diversos privilegios comerciales dan buena fe de ello, destacando la concesión de una Casa de Contratación. El monarca se acompañaba de un ambicioso proyecto de fortificación. Tres castillos situados en las proximidades de la Torre de Hércules, del convento de San Francisco y a la entrada del puerto constituían los puntos importantes de un proyecto que no salió de los despachos, aunque la idea de construir un fuerte en la Isla de San Antón tuviera vigencia durante el siglo XVI.
.
La defensa de A Coruña se veía afectada sólo por un problema: el dinero. Hasta 1588 no se efectuarían en la Isla de San Antón las primeras obras. Un año después, el ataque de Francis Drake demostraría que fuera una medida insuficiente. Los efectos de este ataque fueron brutales. La práctica destrucción de la Pescadería, la desaparición de la parroquia de Santo Tomás.
.
Pese a las peticiones coruñesas, la poca liquidez impedían el desarrollo de proyectos para la fortificación de la ciudad. Obras menores fueron los únicos logros, tales como la construcción de baluartes en las puertas del mercado y de Aires y una muralla en torno al campo del Santo Espíritu. Con estas obras se iba a dotar a la Ciudad Alta de otra puerta: la de San Miguel, que daría servicio al embarcadero del Castillo de San Antón.
.
Aparte de los obras oficiales, también existieron las obras de los habitantes, por ejemplo, los de la Pescadería que concentraron sus esfuerzos en la reconstrucción de sus viviendas. En 1596 se inician las obras del convento de Santo Domingo, ya donde está ahora, mientras el de San Francisco mantenía su ubicación primitiva.
.
La actividad naval era determinante en la aceleración o retraso de las obras. El marqués de Mancera, gobernador del Reino en los años treinta del siglo XVII, fue el principal impulsor del castillo de San Diego, cuya misión era la defensa del puerto. Pese a su importancia, el ataque francés en 1639 obligaba a nuevas obras. El siguiente gobernador, marqués de Valparaíso, hace reformas en San Antón y en San Diego, construye una batería en Oza y un fuerte que recibe el nombre de Valparaíso.
.
En el transcurso del siglo XVII se cava una trinchera en la cala de San Amaro, mientras en la Ciudad Alta se abren dos puertas: la del Parrote y del Clavo. También las murallas se ampliaban para acoger la playa del Parrote. Sin embargo, una desgracia iba a provocar una modificación importante. La explosión, el 3 de abril de 1658, del polvorín de la fortaleza.

No hay comentarios: